sábado, 26 de septiembre de 2015

(13) Chobe: el arca de Noé

En el lodge de Chobe, al que llegamos enseguida desde el aeropuerto de Kasane, el Bush Lodge, con unas instalaciones fantásticas, casi de apabullar, el primer tema a resolver fue la despedida de Lucky y Thembi. 


 

Nos hicimos la foto obligada de grupo con los dos. Es la única en la que estamos todos los viajeros al completo, con ellos y Paulo.




Abajo, el momento de decirles adiós y de contemplar por última vez la sonrisa luminosa de nuestro encantador cocinero y la enorme discreción de su ayudante, Thembi, a la que le faltó poco para soltar una lagrimita. Dos personas maravillosas.



En este momento fuimos ya conscientes de que un viaje que al inicio nos parecía eterno, ahí es nada 27 días, empezaba su recta final.




Nos consolamos disfrutando de la enorme y agradable infraestructura del lodge,  al nivel del Doro Nawas de nuestros amores.



Los desayunos y comidas, geniales, con el aspecto negativo del bufet libre, que siempre se inclina en contra de uno: se come bastante más de lo recomendable.



Las habitaciones eran chulas, amplísimas, con terraza y con unos baños estupendos y en perfecto estado. Como curiosidad, había varios facoceros por los jardines.



En Chobe el programa fue sencillito porque no había que alejarse nada para comprobar que el parque era como un Arca de Noé gigantesca en la que los animales convivían en armonía y cuya contemplación se hacía hipnótica.

 


Por la tarde tocó tour-safari fluvial en barcos con terraza y bar durante casi cuatro horas que se hicieron cortas, y al día siguiente, ídem en jeep abierto por una amplia zona terrestre, en ambos casos por el parque nacional. 



Tiene cerca de 11.000 kilómetros cuadrados, algo más que la provincia de Zamora, y es el segundo en tamaño en Botswana después del Gemsbok. Estábamos en Botswana y al otro lado del río Namibia (franja de Caprivi).





Allí vimos por primerra vez de cerca grandes manadas de búfalos, con lo cual en Chobe íbamos a completar el avistamiento de los cinco grandes, junto con los hipopótamos, que pronto llegarían.



Aunque Chobe es conocido sobre todo por su enorme población de elefantes.
 





Cuentan que hay unos 120.000 paquidermos y que el número no para de crecer. Nosotros vimos unas cuantas docenas. Parece ser que en otros parques  se facilita su caza a cambio de pingües beneficios. Al verlos, nos resulta imposible entender cómo alguien puede dispararles por el simple placer de cobrarse una pieza para hacerse la foto o colgar su cabeza en un salón. 





También encontramos bastantes cocodrilos, que incluso nos hicieron una demostración de como navegan. 




Pueden estar horas inmóviles con la boca totalmente abierta. Como para ponerles una mano enmedio.



A uno lo vimos incluso con una presa en la boca,  un pez. La verdad es que su aspecto era terrorífico.




También, en el lado de Botswana, descubrimos desde el barco esta curiosa escena de unos militares habían tenido un incidente con una ambulancia, que  estaba bien encajada en una zanja. Los soldados andaban por allí un poco desconcertados, aguardando la grua.



El búfalo cafre, con su casquete sobre la cabeza, en la distancia corta es una bestia llamativa. 





Puede pesar hasta 900 kilos y es muy diferente de su hermano norteamericano. Y como se aprecia en la foto superior, son muy huevudos.



Aunque menos espectaculares, divisamos también varias familias de monitos babuinos que semejaban humanos por su manera de comportarse con su bebé.



Pero elefantes e hipopótamos fueron las estrellas de la tarde.



Pudimos ver unas cuantas manadas en el auga, pero resultan más interesantes en tierra.





En el agua están y al momento ya no están. Se sumergen cada poco y aparecen a distancia. Alguno abrió su bocaza enorme pero no lo pillamos para la foto.






Es admirable la capacidad del cocodrilo para permanecer quieto, de forma que hasta dudas de si está vivo.




De repente, sin dar pistas previas, se mueve en dirección al agua y se marcha. Su exhición dentaria realmente amilana.





Pero entretienen más los elefantes que con sus crías se mueven constantemente. Por la configuración de esta zona fluvial, con abundantes islas sin vegetación la visibilidad era perfecta.



Estaban a su vida y aparentemente nos ignoraban. Al elefante de la foto superior, enorme, lo vimos desde lejos cuando cruzaba a una amplia manada de una isla a la otra orilla. Después, observamos asombrados que volvía a la isla a por más congéneres.



Tenía muy estudiado el trayecto. En la imagen de arriba el momento en que más lo cubrió el agua. No se aprecia, pero llevaba la puntita de la trompa siempre asomando, para respirar.




Ya con la tarde vencida llegamos a una zona donde una familia de hipos pacía tranquilamente. 

 


Influencia de los dibujos animados y por una fisonomía sin cuernos ni colmillos, parecían la viva imagen de una animal inofensivo. Pero por si acaso, no desembarcamos ya que de inofensivo nada de nada, uno de los bichos más territoriales que existen.



Al final de la tarde, de nuevo una puesta de sol sobre el agua. El capitán de la nave, un perfeccionista se movía para que tuviéramos la mejor vista en varias posiciones. 



Y también esquivando a otros barcos para no estropear las fotografías.



Una vez de nuevo en el lodge, descansamos un poco y llegada la hora cenamos con apetito en este comedor tan chulo.



Algunos volvimos a tomar bream, el pescado de agua dulce de la zona, aunque casi nos gustó más el de Lucky de la casa flotante.




Ya por la mañana, madrugamos para llegar al parque a la hora de apertura, las 6 de la mañana. Íbamos en jeeps abiertos. Al poco de entrar, suertaza, una familia de leones que se acercan y pasan entre los vehículos. Ignorándonos y a la vez exhibiéndose.



Nosotros, inmóviles como nos habían indicado, y también callados. Ellos ven bultos grandes y no les prestan atención, por suerte para nosotros.



La leona de la imagen superior estaba controlada con un collar con GPS. Aquello parecía una romería, pero los bichos siguieron a su bola.



Vimos leones en varias ocasiones.




Y también hipos, en el agua y en tierra, pero esta vez desde algo más lejos, no como en el barco.




Este era uno de los jeeps de nuestro grupo. Las cámaras no daban abasto.




Uno de los leones, macho aunque joven y todavía sin melena, se acercó a nuestro jeep. Lo vimos de frente, nos detuvimos y se acercó tranquilo y sin mirarnos. 




Pasó a nuestro lado más o menos a un metro. Ni respirábamos del susto, pero él ni se inmutó. Estuvimos tensos ese minuto, el momento en el que, sin protección estuvimos más cerca de un animal salvaje.



Para desengrasar, disfrutábamos también con las gallinitas de Guinea, que circulaban de una forma muy curiosa en bandadas numerosísimas. 




Por suerte para ellas, allí no había bosquimanos que les colocaran trampas.



En medio del paseo, el chófer-guía nos llevó a la zona de picnic a tomar un café o té con unas pastas... por si desfallecíamos.



Lo cierto que habíamos salido sin desayunar, pero a la vuelta lo hicimos con ganas.  






Estábamos dentro del parque y allí no había cierre alguno, pero los animales deben tener pocas ganas de tenernos cerca.




Finalizada nuestro safari de observación, vuelta al lodge, desayuno y a recoger todo que salíamos al poco para el final del viaje.



Estábamos a poco más de una hora de viaje de las cataratas Victoria pero había que pasar la frontera de Zimbawe, y eso siempre retrasa, como comprobaríamos poco después. El autobús ya nos estaba esperando.





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